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Historia de la Artillería. Artillería de Ordenanza
Por el Coronel Don Antonio de Sousa y Francisco
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Contenido de esta página:
CapítuloV. Tércera Época: Artillería de Ordenanza. Siglo XVIII a mediados del XIX
Tércera Época: Artillería de Ordenanza. Siglo XVIII a mediados del XIX. Necesidad y Propósitos de Reordenación. Las piezas que llevaba un ejército, en la poca anterior (siglos XVI y XVII), eran de tal variedad que el municionamiento era complicadísimo y su funcionamiento se interrumpía en muchas ocasiones debido a la complejidad de tal servicio. Sirva de ejemplo que para la artillería que guarnecía el castillo de Milán se necesitaban doscientos juegos de armas diferentes. En tiempos de Carlos I existían más de 50 modelos de piezas distintas y el Emperador, para poner algún coto a la confusión, ordenó (año 1540) que no se fundiesen en sus dilatados dominios más que ocho modelos de piezas, cuyos calibres variaban del cañón de a 40 libras de bala (18 cm) al falconete de a 5 cm, incluyendo también el pedrero de 35 cm. Esta Ordenanza, aunque fué imitada por todas las naciones de Europa, no llegó a ponerse en vigor en España de un modo riguroso, subsistiendo muchas de las antiguas piezas y con ellas el desorden conocido. También el rey Felipe III dispuso una reforma en su artillería (año 1609), reduciendo el número de piezas diferentes, adaptándose en lo posible a la Ordenanza del Emperador. Artillería de Ordenanza. Evidentemente, en la Segunda época, la arbitrariedad y el buen deseo, casi siempre dados a la improvisación, daban al traste con los propósitos de ordenación. Pero éstos destacaban, no obstante, de tiempo en tiempo y ahí están para acreditarlo tantas Ordenanzas dictadas y sin embargo mal cumplidas. Las modificaciones en la Artillería de la Tercera Epoca (algunos tratadistas consideran que forma parte de la Segunda) se refieren únicamente a la ordenación, con vistas a su mejor servicio. La llamada Artillería de Ordenanza abarca la del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. En esta época se sigue utilizando preferentemente el bronce para la fabricación de las piezas, aunque algunas son de hierro, como las de la marina y costa, y no presentan modificaciones esenciales en la constitución de las bocas de fuego. Contiúnan siendo de ánima lisa y de avancarga (Fig 1).
![]() Las Ordenanzas de 1718 y 1728. Durante el reinado de Felipe V (1700-1746), se dicta la Real Ordenanza de 1718 que limita el número de calibres empleados y conserva la clasificación de culebrinas, cañones y pedreros. La Ordenanza General del Ejército de 1728 dispone que la Artillería de tierra comprenda los cinco calibres siguientes: cañones de a 24, 16, 12, 8 y 4 libras (que se llamarían después calibres de ordenanza y perduraron hasta mediado el siglo XIX); morteros (que ya disparan la bomba) de 12, 9 y 6 pulgadas y pedreros de 15 pulgadas, todos en medidas francesas. El trazado exterior de las bocas de fuego (Fig.2) difiere poco de las de la época anterior, siguen los adornos que perduran hasta 1783, las asas en forma de delfines (A), los nombres de las piezas (B), pero los escudos se limitan a las armas reales (C) y las divisas (D) aluden a su rey, siendo las más corrientes Violati fulmina Regis (los rayos del Rey ofendido) y Ultima ratio Regis (la última razón del Rey).
La Ordenanza de 1743. En 1732 se adoptó en Francia un sistema propuesto por el General de Artillería La Valliére, análogo a la Ordenanza española de 1728 y con los mismos calibres, pero además regulaba también las cureñas, que hasta entonces las construían los carpinteros para cada cañón, sin sujetarse a dimensiones fijas. En España, posiblemente debido a que Felipe V, primer rey de la casa de Borbón, era de origen francés, se adoptó el mismo sistema por la Ordenanza de 1743 aunque la cuestión de la reducción del número de calibres ya estaba resuelta. Se siguen empleando las medidas francesas. ![]()
Este sistema permitía una cadencia de fuego de un disparo por minuto. En realidad se redujo a implantar un sistema de artillería de Sitio y Campaña, constituido por una gama de piezas largas, demasiado pesadas para una época en que comenzaba a triunfar en el campo de batalla la táctica de Federico II de Prusia, basada en la movilidad de los ejércitos. La Ordenanza de 1783. Unos años después propuso en Francia un nuevo sistema el General Gribeauval, también de Artillería, que sostenía que el sistema de La Valliére no era adecuado para campaña y así, en 1780, se adoptaron para los cañones los mismos cinco calibres, pero con ocho piezas, pues proponía uno largo y otro corto para los de a 12, 8 y 4 libras. En España, debido a la influencia de D. Tomás de Morla (insigne artillero, autor del Tratado de Artillería que sirvió de texto en el Real Colegio de Artillería de Segovia), el sistema de Gribeauval fué declarado reglamentario por la Ordenanza de 1783. Comprendía esta Ordenanza las siguientes piezas: - Cañones de a 24 y de a 16 (únicos), para Plaza y Sitio, de a 12 (uno largo y otro corto), de a 8 (uno largo y otro corto), de a 4 (uno largo y otro corto) y uno de a 4 especial para Montaña. Los cañones largos se empleaban para Plaza y los cortos para Batalla. - Obuses (Fig 6) de 9 y de 7 pulgadas. - Morteros cónicos (Fig.7) de 14, 12 y 7 pulgadas y cilíndricos (Fig.8) de 14 y 10 pulgadas. Se llamaban cónicos ó cilíndricos debido a que la forma de sus recámaras repercutía en la forma exterior. - Pedrero de a 19 pulgadas. Los morteros y pedreros se empleaban en asedios y en artillería naval. ![]()
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Este sistema tenía las siguientes ventajas: Acortaba la longitud de las piezas, siendo menos pesadas y más manejables. Introducía el empleo del cartucho, lo que simplificaba la carga permitiendo una cadencia de dos disparos por minuto. Aligeraba los montajes e introducía mejoras, como el tornillo de puntería que sustituyó a las cuñas. En el trazado exterior (Fig.5) la forma de las bocas de fuego varía poco, van desapareciendo los adornos, todo lo más llevan el escudo o la inicial y la cifra del rey (E), las asas pasan a ser lisas y de sección de forma hexagonal (F) y continúan llevando el nombre particular de cada pieza grabado en la caña en una cinta volante (G). Se sigue designando el calibre de los cañones en libras de peso de la bala, y para obuses, morteros y pedreros en pulgadas. A fines del siglo XVIII se sustituyen las medidas francesas por las españolas (medidas castellanas, 1 libra = 460 gr; 1. Se logró así disponer de una Artillería de Campaña maniobrera, aunque la tropa de artillería continuaba a pie y el transporte se llevaba a cabo con ganado y carreteros contratados e independientes de las tropas, a las que entregaban la artillería cuando llegaba el momento de emplearla. Esta artillería se empleó en la Guerra de la Independencia (1808-1814) y en América.
Los Obuses. El obús (Fig.6) aparece como reglamentario en esta Ordenanza. Es una pieza lisa, de avancarga, intermedia entre el cañón y el mortero, que dispara granada explosiva. Es de tiro curvo, tira con mayor ángulo que el cañón, pero menor que el mortero. Tiene recámara cilíndrica de menor diámetro que el ánima (como el mortero). Su nombre proviene de una pieza holandesa de finales del siglo XVII llamada aubitz. Hoy día es muy corriente cometer el tremendo atentado semántico de denominar obús al proyectil de artillería, cuando, en España, obús es el arma que dispara el proyectil.
Las Municiones. El proyectil del cañón liso era de dos clases: - La bala rasa, o simplemente bala, era la esfera sólida de hierro fundido. Contra los buques se calentaba en un hornillo al rojo cereza, llamándose bala roja. Esta modalidad la emplearon los ingleses con notable éxito para la defensa de la roca, en el gran sitio de Gibraltar (año 1783), con ellas incendiaron y hundieron las diez baterías flotantes españolas ideadas por el ingeniero francés D´Aráon, una de las cuales, la llamada Tallapiedra, estaba mandada por D. Tomás de Morla. - Los tiros de metralla, que podían ser saquillo de metralla (Fig.9), disco ó lecho de madera con un vástago central rodeado de balas de fusil y envueltos por un saquillo de lona; y bote de metralla (Fig.10) en el que los balines iban en el interior de un cilindro de hoja de lata. Al final del siglo XVIII ya era el tipo de proyectil más empleado y de mayor eficacia contra personal al descubierto. El mortero contiúna empleando la bomba (Fig.11) y la pollada (Fig.12) que llevaba tres lechos ó platos con granadas de mano, estos lechos iban unidos por una espiga y cerrados en una bolsa. El proyectil del obús era la granada, también llamada granada real para distinguirla de la granada de mano. Era esférica, hueca y con carga interna de pólvora. Se diferenciaba de la bomba en que no lleva resalte en la boquilla y su calibre es menor.
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La Carga. La carga ordinaria para los cañones de sitio era, en esta época, de 1/3 en pólvora del peso de la bala. Por ejemplo, en el de a 24 era de 8 libras (3.68 Kg) de pólvora, y para el tiro de brecha se reforzaba a la mitad, o sea 12 libras (5.52 Kg). Las piezas de batalla, en cambio, rebajaban su carga a 1/4 del peso de la bala. Por ejemplo, el cañón de a 4 disparaba con una carga de 1 libra (460 gr) de pólvora, el de a 8 con 2 libras (920 gr), y el de a 12 con 3 libras (1.4 Kg). Esto lo trajo consigo, la adopción de los cañones cortos para batalla, en cuyas ánimas no podían quemarse cargas tan fuertes como en los largos de Valliére. En general, las piezas se cargaban introduciendo por la boca, primero la pólvora, luego un taco de madera y después el proyectil, pero en algunos materiales, especialmente los de campaña, se empleaba el cartucho embalado (Fig.13) que estaba formado por tres elementos: la bala (H), el salero (J) que era un taco de madera adaptado al proyectil y unido a él con unas tiras de hoja de lata y el cartucho de papel o el saquete de tela (L) con la pólvora precisa para el disparo y que iba atado al salero. Para efectuar el disparo se utilizaba el botafuego, palo con una hendidura ó bien una mordaza en un extremo que sujetaba la cuerda-mecha que se aplicaba al oído ó fogón. ![]()
Alcances. El alcance eficaz del cañón, empleando bala, para los de Plaza y Sitio (de a 24 y de a 16, los mayores calibres de Ordenanza), era de unos 900 mts, aunque el máximo era de 3,000 m. Para las piezas de Campaña era de 600 mts. Con los tiros de metralla, mucho más efectivos contra personal, el alcance eficaz era menor, de 600 mts para Plaza y Sitio y de 400 mts para Campaña. El alcance de los morteros era como máximo de unos 2,400 mts, que entonces era una distancia considerable, y su efecto no disminuía con la distancia, al contrario que el cañón, razón por la que se empleaban en los bombardeos, que tomaron este nombre por llevarse a cabo con bombas. El alcance de los obuses era intermedio entre el del cañón y el mortero.
Los Montajes. Los montajes de Gribeauval, de dos gualderas (Fig.14 cañón de a 4 en cureña de batalla; Fig.15 cureña de batalla para cañón de á 12 corto), se mantienen hasta el año 1830 en que se sustituyen por la cureña inglesa (Fig.16), llamada así porque fueron los ingleses los primeros en emplearla a principios del siglo XIX. Era una cureña de mástil mucho más ligera y con el avantrén de arrastre modificado añadiéndole un cajón de municiones (llamado armón para las baterías de campaña). ![]()
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Los Cohetes de Guerra. Desde muy antiguo habían servido los cohetes como fuego de artificio, fiesta o diversión y para hacer señales, pero como arma de guerra (utilizados y abandonados en la antigüedad en China), se emplearon a fines del siglo XVIII por los hindúes contra los ingleses. Fueron éstos últimos quienes los perfeccionaron y el Coronel Congrewe quien les dió su nombre. El proyectil que usaba el cohete indio era una especie de flecha, pero el sistema inglés podía emplear balas ó granadas de todos los calibres. Se disparaban desde un canal o tubo dispuesto sobre un caballete de fácil transporte. En España se adoptaron a mediados del siglo XIX, habiéndose probado en Segovia en 1821. Se emplearon en las Guerras Civiles Carlistas, y en la Campaña de Marruecos de 1859 se organizó una batería de cohetes que fue de gran efecto, sobre todo contra la caballería mora, más que por el explosivo por el silbido estridente del cohete que asustaba a los caballos. Los cohetes desaparecieron al adoptarse el rayado del ánima en las piezas y su empleo casi se olvidó. Los ingleses, sin embargo, no los abandonaron por completo y los emplearon en sus guerras coloniales.
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