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Historia
de la Artillería.
Máquinas
de Guerra.
Por
el Coronel Don Antonio de Sousa y Francisco
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Artillería
Contenido
de esta página:
Capítulo
I. Máquinas antecesoras de la Artillería: Tormentaria y Poliorcetica.
Capítulo I
Máquinas antecesoras
de la Artillería: Tormentaria y Poliorcetica.
Los orígenes de las Máquinas de
Guerra.
Cuando los hombres vieron que en el campo raso fácilmente eran
derrotados por los más fuertes o numerosos, se protegieron mediante la
fortificación y entonces los sitiadores tuvieron que buscar medios para
atacar a los que en ella se protegían.
En Asia aparecen por vez primera las máquinas de guerra. Los chinos
las emplearon en la más remota antiguedad, sin que se pueda asegurar con
certeza en qué época ni a qué país se debe su invención. Los hebreos
en la defensa de Jerusalén, ocho siglos antes de nuestra era, emplearon máquinas
para lanzar proyectiles, construidas, al parecer, por caldeos, sirios y
fenicios.
En Europa, la Tormentaria y Poliorcética, no son tan remotas. No hay
indicios de su empleo hasta después de las Guerras Médicas, hacia el año
480 a.J.C., en que las emplearon los griegos importadas de oriente. Los
ingenieros griegos y romanos llegaron a un perfeccionamiento de las máquinas
bélicas muy superior al que habían tenido en los imperios Babilónico y
Asirio, que era de donde procedían y en tiempo de los emperadores se
multiplicó su empleo, llegando a formar parte de la dotación de las
legiones de Roma. Perfeccionada la mecánica sucesivamente en los Tiempos
de Filipo de Macedonia, del gran Alejandro, de Demetrio Poliorcetes, de
Arquímedes, las máquinas de proyección o de tiro se hicieron móviles,
del mismo modo que la tosca bombarda (primitiva pieza artillera que empleó
la pólvora en el siglo XIV) rodó al poco tiempo por los campos de
batalla. Alejandro ya se sirvió de catapultas y balistas, Escipión en
Cartago, Silas en Atenas, César en Marsella, usaron grandes parques de máquinas
que los historiadores enumeran y describen.
En cuanto al origen de su denominación, en la Milicia Romana el
sustantivo tormentum comprendía genéricamente todas las máquinas para
el ataque y defensa de fortalezas. De forma que Arte Tormentaria podemos
considerarlo como la habilidad en la construcción y manejo de las máquinas
bélicas.
Demetrio, rey de Macedonia, uno de los sucesores de Alejandro Magno,
llevó el sobrenombre de Poliorcetes (palabra griega que bien puede venir
de polis, ciudad, y encos, cierre o cerco), es decir, tomador de ciudades,
por la cantidad de ellas que rindió. Sea como quiera, Poliorcética viene
a ser el arte de sitiar y tomar las plazas fuertes.
Respecto a la organización de estas máquinas, es indudable que no han
sido iguales en todos los tiempos y que hasta llegar a su
perfeccionamiento hubo grandes diferencias en las mismas máquinas,
variando hasta de nombre. Con la invasión de los bárbaros, mediado el
siglo III, y la decadencia de la Milicia Romana, prácticamente
desaparecieron, aunque no por completo, hasta los siglos X y XI, en que
volvieron a surgir, conviviendo con la Artillería que emplea la pólvora
desde mediado el siglo XIV y así se emplearon hasta bien entrado el siglo
XVI.
Necesidad de las Máquinas de Guerra.
La primera acción que se ideó para apoderarse de un punto
fortificado, fue cercarlo, obligando a los defensores a rendirse por falta
de recursos.
Para abreviar la duración del sitio de una fortaleza, que se podía
prolongar durante años, había que apoderarse de ella a viva fuerza, y
para eso fué preciso acercarse a sus murallas. En tanto, los defensores
debían impedirlo lanzando sus armas arrojadizas y proyectiles a los
asaltantes. Por esto el sitiador tuvo que buscar los medios para cubrirse
y llegar sin grandes pérdidas al pie del muro.
Una vez conseguido esto, había que escalar o demoler el muro para
lograr la entrada en el recinto. Mientras tanto, el sitiado tenía que
oponer al avance todos los medios de que dispusiese para destruir las máquinas
enemigas, impedir el asalto y alejar del muro a los defensores, lanzando
proyectiles que inutilicen las obras y máquinas que le obstaculizan. Así
sitiado y sitiador necesitaban armas y máquinas con que lanzar a
considerable distancia cuerpos de bastante peso, con la fuerza y precisión
necesarias para lograr estos objetivos.
Clasificación de las Máquinas de
Guerra.
Las antiguas máquinas de guerra se pueden agrupar, según su misión,
en 5 grupos, a saber:
I. Máquinas
de Aproche.
- Servían para cubrir o proteger a los asaltantes que se acercan al
muro de la fortaleza sitiada, para efectuar los trabajos que facilitarán
el acceso de otras máquinas o bien para aproximarse a las murallas.
Eran una especie de biombo o pantalla hechos de ramas, pieles o
tablas, para uno o varios combatientes. Si se unían varios de ellos
tomaban la forma de galerías.
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- Entre éstas se encuentran: las viñas o vineas que eran una especie
de galería semejante a un emparrado, cuya altura era de unos 2
metros, del mismo ancho aproximadamente y de unos 30 metros de largo,
el pórticus que eran como las viñas pero mucho más fuertes, la
manta (Fig. 1), el mantelete (Fig.2), el pluteus especie de biombo
ligero de pieles o telas resistentes y la tortuga o testudo. Esta última
era la de mayores dimensiones, llevaban ruedas y a veces un ariete, en
cuyo caso se llamaba tortuga arietaria (Fig. 3); en las Guerras Púnicas
se utilizaron unas tortugas gigantescas que para su movimiento
necesitaban hasta 6.000 hombres.
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II.
Máquinas para facilitar el Asalto.
- Entre ellas están: las escalas, de diversas formas y tamaños, la gúra,
toleno ó tolenón (Fig. 4) para transportar sobre el muro a 15 ó 20
hombres armados y la bastida, heleópolo o torre de asalto móvil
(Fig. 5), que eran unas torres de madera de varios pisos y base
cuadrada, montadas sobre ruedas. En sus plataformas portaban balistas
y catapultas, y para hacer uso de las armas arrojadizas se abrían en
el frente y costados, saeteras de las dimensiones precisas.
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- Algunas bastidas estaban dotadas de puentes levadizos, a la altura
conveniente, que permanecían elevados hasta el momento oportuno de
efectuar el asalto. Se llegaron a emplear heleópolos de enormes
dimensiones, Demetrio Poliorcetes utilizó unos de 45 m. de altura en
el sitio de Rodas, pero tan enormes eran de muy difícil transporte,
por lo que normalmente tenían de 20 a 30 m. de altura, como las
usadas por los romanos. Para su movimiento eran necesarios hasta 3.000
hombres y se trasladaban lentamente por medio de tornos fijos a la
misma torre, que hacían mover el eje de las ruedas, o bien
cabrestantes exteriores conectados a ingeniosos juegos de poleas.
- Vegecio habla de la bastida de torno compuesta de varias partes, a
modo de cajones que encajaban unos dentro de otros, y que una vez
cerca del muro, elevaban entonces los distintos pisos por medio de
poleas y tornos.
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III.
Máquinas Demoledoras.
- Una vez conquistado el pié del muro por el sitiador, tenía que
derribar una parte de él, para abrir brecha y entrar al asalto. Para
ello usaban el ariete (del latín aries, carnero) que era una gran
viga en cuya punta llevaba una pieza de hierro en forma de cabeza de
carnero (Fig. 3). Por primera vez en la historia lo menciona Vitrubio,
como empleado en el sitio de Cádiz (500 a.J.C.) por los cartagineses.
Es realmente notable su prolongado empleo, pues an Francisco I lo usó
en el sitio de Pavía (1524), donde después sufrió estrepitosa
derrota.
- Primeramente se manejaban a brazo, después se colgaban con cuerdas
o cadenas sobre bastidores, y al aumentar sus dimensiones iban dentro
de tortugas, llamándose tortuga arietaria (que ya empleó Pericles en
el sitio de Samos en el año 430 a.J.C. y Anibal en Sagunto el 219
a.J.C.) ó en el piso inferior de los heleópolos (Fig. 5). Se cuenta
de la existencia de arietes verdaderamente monstruosos como uno que
llevó Vespasiano en el sitio de Jerusalén, que pesaba 90 toneladas,
para empujarlo y servirlo necesitaba 1.500 hombres y para moverlo 150
yuntas de bueyes. Los hubo que medían hasta 60 m. de largo y de 180
toneladas de peso. Indudablemente el ariete era de suma importancia.
Todas las máquinas concurrían con su empleo a facilitar la maniobra
de acceso del ariete, para "abrir brecha". Una vez que
llegaba a tocar los muros de la ciudad sitiada, no había quien le
impidiese su acción y los sitiadores podían capitular sin baldón.
De ahí, lógicamente, la elección para las fortalezas, rodeadas por
un foso con agua o grandes escarpas naturales para dificultar la
temible aproximación del ariete.
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IV. Máquinas
contra la Escalada y la apertura de Brechas.
- Entre ellas se cuenta la hoz, en el extremo de una pértiga, que
servía para cortar las cuerdas. El cuervo demoledor (del latín
corvus, del cual toma su nombre por su semejanza al pico o la garra),
enorme garfio de hierro en el extremo de un gran mástil, para
derribar las piedras debilitadas. El arpeo, especie de cuervo que se
empleó como máquina naval para el abordaje. La grúa, similar al
toleno de los atacantes, que llevaba suspendido un gran peso y se le
hacía caer repetidas veces sobre las máquinas de los sitiadores. El
lobo, variedad de la anterior, que era una especie de tenaza
suspendida de una grúa destinado a enganchar y desviar el ariete ó a
otras máquinas, elevándolas y dejándolas caer desde gran altura.
Otro tipo de lobo era un garfio, empleado a modo de caña de pescar,
para enganchar y derribar a los hombres, escalas de asalto y otras máquinas.
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V. Máquinas
de Tiro.
Destinadas a lanzar proyectiles, son las más
ingeniosas y las que podemos considerar como precursoras de la Artillería.
Podían ser de acción horizontal y de acción parabólica, lo que hoy
llamamos tiro tenso y tiro curvo.
Máquinas de Tiro
de acción horizontal.
Su objeto era, principalmente, el ataque a las murallas para abrir la
brecha. Son los antecedentes mecánicos del cañón en las armas de
fuego. Entre estas máquinas están las llamadas neurobalísticas ó
nebrobalísticas, que aprovechaban la energía acumulada por la torsión
de cuerdas hechas con nervios de animales. La más mortífera es la
catapulta (voz latina derivada del griego ìkatapeltesî, máquina de
proyección ó de tiro) (Fig. 6), estaba destinada a lanzar piedras y se
reducía a un bastidor de madera sobre el que iban unos tornos para
tensar el cable que proporcionaba la fuerza a un brazo giratorio con una
cuchara en su extremo donde se colocaba la piedra. Lanzaba piedras de
hasta 500 Kg. a una distancia de 1.000 m., si bien, las que utilizaban
normalmente los romanos eran de 45 a 130 Kg. y su alcance de 400 a 600
m. Los romanos las utilizaron mucho, hasta el punto que una Legión llegó
a contar con 55 de estas máquinas. Una variedad de la catapulta era el
onagro, que provisto de una canal servía también para lanzar dardos.
Otra máquina neurobalística de acción horizontal era la balista
(Fig.7) de dos brazos giratorios, que deslizando por una canal guía,
podía lanzar piedras, pelotas de hierro, dardos de diversos tamaños y
falaricas (dardos con punta incendiaria). La carrobalista iba dotada de
ruedas para su transporte y la manubalista, de menores dimensiones, podía
ser manejada por dos hombres.
Máquinas de tiro de acción parabólica.
Su finalidad era ofender en el interior de la fortaleza sitiada. Son
los antecedentes mecánicos del mortero y el obs. Su sistema de
lanzamiento era de contrapeso, como el empleado por el fundíbalo ó
fustíbalo (Fig. 8), máquina pedrera, también llamada trabuco en la
Edad Media. Lanzaba el proyectil por medio de una honda sujeta en el
extremo de un gran mástil que se impulsaba por un rápido movimiento de
rotación al liberar el contrapeso que llevaba en el extremo opuesto del
mástil. Los proyectiles podían ser piedras, cestos de piedras a modo
de metralla, elementos incendiarios, cadáveres de animales en
descomposición, e incluso cadáveres de prisioneros para intimidar al
enemigo. Estas máquinas podían ser de contrapeso fijo u oscilante, y
las hubo, con el tiempo, de diseños verdaderamente complicados y de
enormes dimensiones.
Como vemos, desde hace más de dos milenios, ya en la época de las máquinas
e ingenios de guerra de la llamada Arte tormentaria, se manifiestan
necesidades muy similares a la artillería de hoy, es decir, máquinas de
tiro de trayectoria tensa como los actuales cañones y otras de
trayectoria curva como los obuses y morteros.
Aquí finaliza esta guía.
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