Las
Guerras
Napoleónicas
Capítulo
XXVII
Marzo
a mayo de 1815
Índice
de épocas y temas, todo disponible en esta página:
Séptima
Coalición: Los 100 días
del Emperador (I); marzo a mayo de 1815
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Las Guerras Napoleónicas Capítulo
XXVII
Los Cien Días
del Emperador (I): 1815
1 marzo
1815:
Napoleón, de Santa Elba a Francia.
Desde el 3 de mayo del año pasado,
Napoleón Bonaparte vive desterrado como regente de la pequeña isla de
Santa Elba, donde, a pesar de disfrutar de una vida tranquila y lujosa,
sufre muchas amarguras personales.
El gobierno francés se niega a
pagarle el tributo anual de 2 millones de francos al que se había
comprometido. Josefina Beauharnais, su primera esposa a la que aún ama,
fallece de un
ataque de difteria sin que él pudiera consolarla ni se le permitiese
acudir al sepelio. Su actual cónyuge,
Marie Louise, vive en Austria pero no le permiten visitarla, como a su
hijo, el Rey de Roma, lo que más le desespera. Su hermano José huirá a
América.
A Bonaparte le resulta igual de
frustrante el que muchos de los que fuesen sus mariscales y amigos le
hayan abandonado en su peor momento, dedicándose después a agasajar a
los representantes de los países vencedores y al nuevo rey Luís XVIII de
Borbón, cuando fue él quien les dio los títulos nobiliarios y las
riquezas de que ahora disfrutan.
La melancolía le embarga, pues
durante los últimos 10 años rigió buena parte de Europa y ahora se
encuentra confinado en una diminuta isla; en su Grande Armée llegó a tener un millón de soldados, y ahora solo
tiene una escolta de mil hombres con él, aunque todos muy fieles y,
literalmente, dispuestos a luchar por su causa hasta la muerte.
Una vez establecido Napoleón en la
isla de Elba, los días se convierten para él, persona hiperactiva, en una
rutina tediosa e insoportable, pasando el tiempo en esporádicos cambios
de residencia, organizando fiestas tan pomposas como banales y jugando a las cartas. Su modo de
vida se vuelve sedentario y su carácter parece adormecerse.
Talleyrand, el que fuera ministro
napoleónico y hoy preside el gobierno francés, envió gran cantidad de
espías a Santa Elba, sabiendo que Bonaparte conspiraría para recuperar el poder; sus agentes en la isla son tantos que a veces dan
informes unos de otros, y otras escriben falsedades que Talleyrand hace
publicar al breve en la prensa borbónica. De hecho, el gobernador
italiano de Santa Elba es en realidad el carcelero de Napoleón.
Los momentos más felices de
Napoleón en su triste exilio vienen con las noticias que le llegan de
Francia, que gradualmente mejoran su ánimo al darle cada día más motivos
de esperanza: su único anhelo es volver al continente para reinstaurar
el Imperio Francés.
Aunque los franceses acogieron muy
bien al rey Luís XVIII tras jurar acatar una Constitución monárquica
parlamentaria, el descontento popular aumenta progresivamente con el
retorno de la nobleza y el clero que escapó de la Guillotina durante la
Revolución.
El soberano y los aristócratas
ignoran que los revolucionarios cambiaron de forma profunda la sociedad
francesa, que ya no desea el absolutismo del Antiguo Régimen. Tanto el
rey Luís como los nobles vuelven a inmiscuirse en los asuntos de
gobierno, defraudando a los monárquicos moderados, enfureciendo a
revolucionarios y liberales.
Luís XVIII adquiere mala
reputación al dilapidar poco a poco en excentricidades, como sucedía en
tiempos prerrevolucionarios, los 60 millones de francos del Tesoro
Nacional amasado por Napoleón durante sus conquistas y rapiñas europeas.
Mientras, los hombres que participaron en ellas y ganaron esta riqueza viven ahora
precariamente, pues el año pasado fueron licenciados unos 250.000 soldados. Los oficiales, descontentos con su pensión de media paga, anhelan más que nadie los tiempos de gloria del Imperio.
El desencanto que se vive en
Francia es tal, que los bonapartistas ven cada vez más factible el
retorno de Napoleón, que de carnicero ha pasado a ser considerado
mártir, y cada vez son más quienes se atreven a mostrar su postura en
público, llevando violetas en sombreros y solapas. Bonaparte calcula que
le apoyará la mitad de la población, suficiente como para reinstaurar su
hegemonía en todo el país, iniciando planes para regresar.
Talleyrand comienza a temer el
retorno de Napoleón de tal forma que pide a los diplomáticos europeos su
traslado a otra isla más alejada de Francia, como las Azores. A finales
de diciembre, los gobiernos de Inglaterra y Prusia aceptan,
sugiriendo la remota isla de Santa Helena como posible destino
de confinamiento perpetuo para Bonaparte.
A principios de 1815, el malestar
de los franceses más humildes aumenta: el año pasado hubo malas
cosechas, encareciendo los alimentos básicos. Los nobles y clérigos
exigen sin disimulo recobrar sus antiguos privilegios de clase,
reclamando propiedades arrebatadas durante la Revolución, tierras que
muchos campesinos compraron a bajos precios y ahora temen perder,
sumándose con desesperación a las filas de los burgueses bonapartistas.
En febrero, desde Viena llega la
noticia de que los representantes de la Sexta Coalición, reunidos en
desde el 1 de noviembre del año pasado para discutir el mapa político de
Europa, no consiguen llegar a un acuerdo sobre el futuro de Polonia y
Sajonia. Por entonces, en Francia los republicanos y bonapartistas se
conjuran contra la monarquía.
Bonaparte cree que ha llegado su
momento, decidiendo escapar
de Santa Elba en cuanto pueda con el propósito de recuperar el poder en
Francia con ayuda de sus leales, intentar pactar una alianza con Austria
y reconquistar su Imperio europeo. La oportunidad de fugarse llega
cuando el gobernador de la isla debe ausentarse
haciendo un viaje a Italia.
El 28 de febrero, Napoleón
abandona discretamente la isla de Santa Elba en una pequeña embarcación,
acompañado por 600 soldados de su escolta, y navega rumbo a Francia desembarcando hoy en
la playa de Juan, entre las localidades de Antibes y Cannes.
2 a 20 marzo 1815:
Napoleón marcha a
París.
El 2 de marzo, Napoleón inicia
su marcha hacia la capital de Francia para derrocar a la monarquía
borbónica y restaurar su Imperio, contando tan sólo con unos 600
soldados.
Podría llegar más rápidamente a
su destino por el valle del Ródano, pero allí hay muchos leales al
rey, por lo que elige una ruta más larga y difícil, cruzando los Alpes
por Grenoble. Las primeras personas que encuentra en su camino
reaccionan con calma y resignación.
La noticia del retorno de Napoleón llega a
París el 6 de marzo; el rey Luís XVIII ordena que todos los soldados
en las inmediaciones acudan a impedir su avance hacia la capital.
El 7 de marzo, la columna de Napoleón es
detenida cerca de Grenoble por un batallón del 5º Regimiento de Línea. En un gesto
dramático, Bonaparte se adelanta a sus hombres, y mostrando su pecho
ante los fusiles, pide que le disparen si quieren; pero ninguno lo hace.
Después da un discurso que convence a los soldados de pasarse a sus
filas; algunos incluso lloran mientras le aclaman como Emperador.
Las autoridades de Grenoble le abren las
puertas de la ciudad y no interfieren en su camino hacia el norte; los
habitantes le aclaman por las calles con enorme júbilo y escuchan
atentamente su oratoria, cargada de promesas: tierras para
los campesinos, reformas fiscales para los burgueses, honor para los
soldados, paz y prosperidad para todos. En las ciudades que encuentre en su
camino a París repetirá el mismo discurso.
El 8 de marzo, el 7º Regimiento de Línea sale
al paso de la columna napoleónica, su coronel, Charles Huchet,
desobedece la orden del rey y se les une con toda su tropa. En
agradecimiento, Bonaparte le nombrará en un futuro su Ayudante de Campo.
El 13 de marzo, el rey emite una declaración,
junto a los representantes de los gobiernos de Austria, Inglaterra,
Rusia, Prusia, España y Suecia, llamando a Napoleón enemigo de la paz
mundial y
fugitivo fuera de Ley, ordenando a todas las unidades militares su
inmediato arresto. El mariscal Ney promete al monarca traerle a París
dentro de una jaula de hierro.
El 18 de marzo, Napoleón llega a Auxerre, donde
se encuentra con Ney, quien no puede resistirse al carisma
del primero, y se une a su causa con los 6.000 soldados bajo sus
órdenes, marchando juntos hacia la capital. Las campanas de las iglesias de
los pueblos tocan en cuanto se aproxima la columna napoleónica, cada día
con más soldados.
En la plaza de Vendôme de París un bromista
anónimo coloca un cartel en el que se lee "De Napoleón a Luis XVIII: mi
querido amigo, no es necesario que mandes más tropas, ya tengo
suficientes." Muchos parisinos salen a las calles coreando la Marsellesa
y profiriendo frases y consignas de la Revolución, mientras los
aristócratas, clérigos y monárquicos hacen acopio de sus pertenencias
tratando de escapar de la ciudad.
La noche del 19 de marzo, el rey Luis XVIII
huye a Gante con toda su corte; su reinado ha durado poco más que el
destierro de Napoleón, unos 10 meses. Ha defraudado a buena parte de los
franceses, en el extranjero también se le contempla con desdén.
El 20 marzo, Napoleón entra triunfalmente en el
Palacio de las Tullerías de París, comenzando el que será conocido como
el Imperio de los Cien Días.
Pero en las altas instituciones de gobierno no
encontrará tantos leales como pensaba. De los 730 miembros del
Parlamento, sólo un centenar le apoyan; en la región de Vendée las
autoridades movilizan a la población contra Napoleón. Para mantenerse en
poder, deberá dar cargos de responsabilidad a muchos que le traicionaron
el pasado año, como Fouché.
El restaurado Imperio Francés nace
políticamente endeble, y lo que es peor, su apoyo popular radica en una
promesa de paz que su Emperador sabe imposible de cumplir, pues espera
que las potencias europeas vuelvan a coaligarse contra él para derrocarle.
16 marzo 1815: Guillermo I de
Orange se proclama rey de los Países Bajos.
25 marzo 1815:
La Séptima Coalición
En todos los salones de Europa no
se habla de otra cosa: El Monstruo, el apelativo como despectivamente se
conoce a Napoleón, ha vuelto a Francia para recuperar el trono.
El 13 de marzo, mientras Bonaparte
se dirige a París, los representantes de los gobiernos de
Austria, Inglaterra, Prusia, Rusia, España, Portugal y Suecia, reunidos
en el Congreso de Viena, emiten una declaración conjunta llamándole
"Enemigo de la Paz Mundial", y urgiendo al rey de Francia a que lo ponga
bajo arresto.
Hoy, tras enterarse de que el rey
Luís XVIII ha huido de París y que Napoleón ha reinstaurado el Imperio
con la pretensión de recuperar sus antiguos territorios, los
monarcas de las potencias citadas firman un tratado de alianza
al que suman Holanda, Bélgica y varios estados alemanes, declarando la guerra a
Bonaparte, no a Francia.
31 marzo 1815:
Nápoles declara la guerra a Austria.
Murat, ex-mariscal
de Francia nombrado rey de Nápoles por Bonaparte, puede ostentar tal
título sólo con el permiso de Federico II de Austria, con el que pactó
una alianza de conveniencia para evitar perder sus dominios en la
previsible debacle del Imperio Francés, que sucedió el pasado año.
Napoleón sintió mucho su traición pero pudo entenderla.
Sin embargo, a Murat le llegan
rumores de que los representantes austriacos en el Congreso de Viena han
manifestado su deseo de restaurar a un descendiente de la rama
napolitana de la casa de Borbón, pues el actual soberano resulta
inaceptable para los monarcas europeos al no provenir de familia noble
con legítimo derecho de sucesión, Napoleón no era reconocido como
Emperador, y menos aún después de su destierro.
Tras enterarse a principios de
marzo de que Bonaparte se ha fugado de Santa Elba y a ha restaurado el
Imperio, Murat piensa aliarse con él para mantenerse en el trono,
rompiendo su alianza con Austria e invadiendo la Italia septentrional,
ocupada por los austriacos.
Para recabar partidarios a su
causa, Murat confiesa a los napolitanos su deseo de unificar toda Italia
como un sólo reino, independizando el norte de Austria. Durante todo el
mes reúne un ejército de 40.000 soldados, en su mayoría
inexpertos, salvo algunos veteranos de la campañas de España o Rusia,
entre los que se hallan buenos generales como Lechi, Pepe, Caraccionlo,
D'Ambrosio y Pignatelli.
El 27 de marzo, 36.000 soldados
napolitanos invaden la Italia septentrional, para defender el derecho de
Murat a su trono, conseguir atraer más reclutas a su ejército y de paso
intentar distraer tropas austriacas de la frontera sudoriental francesa,
donde se concentran fuerzas de la reciente Coalición. Napoleón le
desaconseja la maniobra; pero su ex-mariscal le ignora, consiguiendo
rápidamente ocupar la Toscana y la Romaña.
El 30 de marzo, Murat manifiesta
en Rimini, por primera vez en la historia italiana, una proclama a favor
de la unificación e independencia de Italia. En realidad, los italianos
aún carecen de conciencia nacional, y la idea, tan útil a Bonaparte en
el pasado, cosechará pocos seguidores, como mucho 5.000 hombres más se
unirán al Ejército Napolitano.
Hoy, el rey de Nápoles de otro
paso más declarando oficialmente la guerra a Francisco II de Austria,
quien envía contra él al mariscal Bianchi, al mando de 60.000
austrohúngaros.
1
abril 1815:
Los Ejércitos Aliados se movilizan.
Los monarcas de los distintos estados de la
Coalición disponen el envío de tropas hacia las grandes fronteras de
Francia, para después invadirla de forma coordinada hasta alcanzar
París, derrocando al restaurado Imperio de Napoleón.
El planteamiento estratégico aliado implica
desplazar una gran masa de soldados que desmoralice a los franceses y
arrolle cualquier posible resistencia fanática. De momento los
contingentes que se desplazan hacia Francia suman unos 500.000 soldados,
pudiendo reforzarles en dos meses con otros 200.000 hombres más; si
desacuartelasen a todos sus efectivos, los coaligados dispondrían de
hasta unos increíbles 1.200.000 efectivos.
Francisco I de Austria ordena al mariscal Schwarzenberg,
con 210.000 austriacos, que invada Francia desde la Selva Negra,
mientras el general Frimont, con 50.000 austriacos y 25.000 piamonteses,
cruzará la frontera intentando ocupar Lyon y la Francia sudoriental,
mientras en Suiza el general Bachmann aguarda con otros 37.000 suizos a
la espera.
El Zar Alejandro I de Rusia envía al mariscal
Barclay de Tolly con 150.000 rusos, pero debido a la gran distancia que
les separa del suelo francés, su destino inmediato consistirá en
alcanzar el Rin y acampar a la espera de cómo se desarrollen los
acontecimientos.
El Rey Federico Guillermo III de Prusia manda
al mariscal Von Blücher, con 117.000 prusianos y alemanes, con la misión
de invadir Francia por la frontera belga con apoyo del contingente
angloholandés; el general Von Kleist, con otros 20.000 prusianos, se
unirá a él tras abandonar Luxemburgo.
El gobierno de Inglaterra envía al Duque de
Wellington, Sir Arthur Wellesley, que cruza el canal de la Mancha con
varias divisiones inglesas para desembarcar en Bruselas, donde agrupará
bajo su mando 110.000 soldados británicos, belgas y holandeses. Estos
deberán unirse a los prusianos e invadir juntos la Francia
septentrional.
Fernando VII de España promete aportar tropas a
la Coalición, al igual que el gobierno de Portugal; la misión de estas
sería ocupar el territorio francés al norte de los Pirineos, como al
final de la Guerra de Independencia Española. Las divisiones napolitanas
del general Onasca también aseguran colaborar en la invasión de la
Francia Meridional.
Pero las operaciones se desarrollan con enorme
lentitud. Schwarzemberg no llegará a la frontera del Rin hasta primeros
de Julio, y Barclay no se presentará hasta mucho más tarde. Lo cierto es
que dentro de dos meses sólo las tropas de Wellington y Blücher estarán
en sus puestos asignados y en condiciones de iniciar la campaña.
3 abril 1815:
El ejército napolitano de Murat conquista Bolonia
a los austriacos.
4 abril 1815:
El contingente británico del Duque de Wellington
desembarca en Bruselas.
8 abril 1815:
Formación de La Grande Armée.
Tras la declaración de guerra de
la Coalición, Napoleón hace hoy un llamamiento a los franceses para que
tomen las armas en defensa de su Imperio, restaurando su impopular
sistema de reclutamiento, abolido por el rey Luís XVIII al poco de
iniciar su mandato. Bonaparte cuenta sólo con los 200.000 soldados del
depuesto Ejército Real, esperando reunir un ejército de por lo menos 600.000
hombres a finales de verano.
Pero la ciudadanía no responde
como antaño. Francia está repleta de huérfanos, viudas y madres que han
perdido a sus hijos en las guerras, por lo que buena parte de la
juventud y algunos ex-combatientes no desean participar en más luchas.
Afortunadamente, Napoleón puede contar otra vez con la lealtad de
mariscales veteranos como Ney, Davout o Suchet, aunque tendrá que dar
responsabilidades a otros menos hábiles o experimentados, como Soult o Vandamme
y otros recién ascendidos como Grouchy o Brune. En total contará con 26
mariscales.
Durante dos meses, 75.000
ex-soldados, y sólo 15.000 jóvenes engrosarán las filas de la nueva
Grande Armée. Ante la escasez de candidatos son alistados policías,
aduaneros y marinos de la armada, que serán trasladados a unidades de
infantería o artillería; los antiguos miembros de la Guardia Nacional
vuelven al servicio al reaparecer el cuerpo.
Hasta principios de junio, Napoleón logra
reclutar en la Grande Armée unos 290.000 soldados, y para las Gardes
Nationaux reúne otros 220.000 hombres, destinando estos últimos a
labores auxiliares, como guarnición de plazas fuertes o tareas
logísticas. Todos los talleres de París trabajan a pleno
rendimiento para proveerles de armas y uniformes.
La moral de los nuevos soldados es muy alta.
Muchos de los veteranos han sido prisioneros en Rusia y Prusia que
desean vengarse, aunque desconfían de los reclutas inexpertos,
recelando que traicionen al Emperador en cuanto se encuentren en
apuros. La disciplina cunde entre ellos: algunos se emborrachan o
llevan mujeres a los cuarteles; una parte entrará en combate sin
adiestramiento en las maniobras más elementales.
Su equipamiento será bueno, aunque escaso; en muchos
regimientos sólo los Granaderos tendrán bayonetas y algunas unidades
de Coraceros no tendrán su coraza. Los uniformes y calzado serán por
lo común de baja calidad y habrá carestía, algunos hombres vestirán de
civil bajo sus casacas o portarán gorros en lugar de Chacós; unos 20
regimientos no recibirán zapatos. Incluso la Guardia Imperial vestirá
ropas más sencillas que antaño.
12 abril 1815:
Murat no consigue cruzar el río Po, y se retira
de los austriacos de Bianchi.
29 abril 1815:
Los napolitanos
de Murat se retiran a Ancona ante el avance de Bianchi.
1 mayo 1815:
La Grande Armée se despliega en
Francia.
Napoleón, ataviado con un lujoso vestido de
Emperador que desagrada a los presentes, entrega hoy los estandartes
de águila a una representación de las diferentes unidades del ejército
que desfilan por las calles de París en loor de multitudes.
Después, cada agrupación se desplaza hacia su
lugar de destino asignado por Bonaparte.
El mariscal Davout, su mejor comandante, es
nombrado Ministro de la Guerra, quedando al mando de los 20.000
soldados de la guarnición de París.
El general Rapp, al mando del Ejército del
Rin de 23.000 soldados, se dirige hacia el río fronterizo del noreste
francés a esperar la llegada de los austriacos de Schwarzenberg.
El general Lecourbe, al mando del Ejército
del Jura con 8.400 soldados, se dirige al río homónimo para observar
las maniobras de los suizos de Bachmannn.
El mariscal Suchet, al mando del Ejército de
los Alpes de 23.000 soldados, se encamina a defender el sector de Lyon
de un ataque de los austriacos y piamonteses de Frimont.
El mariscal Brune, al mando del Ejército del
Var, de 5.550 soldados, se desplaza hacia el sureste para detener una
posible incursión de los napolitanos de Onasco.
El general Decaen, al mando del Ejército de
los Pirineos Orientales, con 7.600 soldados, guarnece Tolouse,
mientras el general Claussel, al mando del Ejército de los Pirineos
Occidentales, de 6.800 soldados, marcha a Bordeaux; la misión de ambos
es proteger la Francia meridional de la anunciada invasión
hispanoportuguesa.
El general Lamarque es enviado, al mando de
10.000 soldados, a sofocar la rebelión monárquica del departamento de
Vendée.
Napoleón se pone al mando del resto de la
Grande Armée, unos 207.000 soldados; de los cuales envía unos 100.000
a la frontera de Bélgica, donde se están agrupando con gran celeridad
los contingentes aliados del Duque de Wellington, mientras los
prusianos del mariscal Blucher marchan muy deprisa a reunirse con
ellos.
Por otro lado, Bonaparte esperaba al Ejército
Napolitano del mariscal Murat, de unos 50.000 franceses e italianos,
pero el 12 de abril este fracasó en su intento de cruzar el río Po por
Ferrara y hubo de retirarse al sur de Italia hostigado por los
austriacos de Bianchi.
2 a 3 mayo 1815:
Batalla de Tolentino.
A principios de abril, las tropas
napolitanas del mariscal Murat ocupan la Toscana y la Romaña,
prosiguiendo su avance hacia Francia para apoyar a la Grande Armée de
Napoleón en su guerra contra la Coalición. Sin embargo, el Emperador
Francisco II de Austria envía a Italia al mariscal Bianchi al mando de
60.000 soldados austrohúngaros.
Los 45.000 napolitanos de Murat
fracasan al intentar tomar Occhiobello, aunque logran ocupar Ferrara,
pero el 12 de abril las tropas de Bianchi les impiden cruzar el río Po
infligiéndoles muchas bajas en combate, obligándoles a replegarse
lentamente hacia el sur, llegando el 29 de abril a Ancona, mientras
47 jinetes húngaros capturan la villa Tolentino, guarnecida sólo por 40
Gendarmes; por la tarde otros 1.000 húngaros entran en la plaza.
Los austrohúngaros avanzan
divididos en dos columnas, una al mando del propio Bianchi, con unos
12.000 soldados, y la del general
.
El 30 de abril, la vanguardia
austriaca de 4.000 infantes y 560 jinetes entra en Tolentino, mientras
los napolitanos aún leales a Murat se concentran en la cercana Macerata.
Al día siguiente, el grueso del
ejército de Bianchi, formado en total por 10.500 infantes, 1.500 jinetes
y 28 cañones se despliega en los alrededores de Tolentino, entre el
castillo de Rancia, donde emplazan 14 piezas, la iglesia de Maestá y San
José, donde montan otra batería, estableciendo su cuartel general en la
Torre de San Catervo.
El Ejército Napolitano de Murat
congrega a 11.200 soldados, 3.800 jinetes y 28 cañones en torno a
Macerta, con puestos avanzados de las villas de Tavern a Sforzacosta y
de Tribbio a Pollenza.
Al alba del 2 de mayo, en el
sector de Pollenza los cañones napolitanos emplazados en el Monte Milone
comienzan a bombardear las posiciones austriacas, poco después ambos
ejércitos intercambian un intenso fuego artillero en el valle de
Sforzacosta, donde los napolitanos se lanzan al ataque capturando al
propio mariscal Bianchi en la acción, que al breve es liberado por un
escuadrón de Húsares.
Murat
Bianchi
decide mantener una estrategia defensiva frente a los ataques de Murat,
sus tropas se redistribuyen en las mejores posiciones de la zona al
final del día. Aun así, prepara un plan de retirada hacia Serravalle por
si los napolitanos consiguiesen romper sus líneas.
Al día
siguiente la zona amenace envuelta en niebla, por lo que Murat no puede
reiniciar las hostilidades hasta las 07:00 horas. Los napolitanos avanzan
ocupando algunas de las colinas de Cantagallo, los austrohúngaros
expulsados se retiran hacia el valle de Chienti. El castillo de Rancia
también cae en en manos de los atacantes tras una fiera lucha.
Murat, en
todo momento al frente de sus tropas, agrupa varias unidades entorno al
castillo de Rancia y retoma la ofensiva hacia Casone, haciendo
replegarse de allí a los austriacos en otro duro enfrentamiento,
mientras la artillería napolitana bombardea Porta Marina.
Al
anochecer, Murat opta por retirar a sus fuerzas del sector de Tolentino
para evitar quedar cercado por las dos columnas de Bianchi, que así gana
la batalla. Los napolitanos han sufrido 1.700 bajas entre muertos y
heridos, además de otros 2.400 prisioneros; los austrohúngaros solo han
tenido unas 800 bajas.
A consecuencia de este enfrentamiento, el Ejército
Napolitano desaparece como fuerza de combate, minado por continuas
deserciones y la imposibilidad de reagruparse al ser implacablemente
perseguido por los austrohúngaros del mariscal Bianchi.
3 mayo 1815:
Blücher pide a Wellington iniciar una ofensiva con
las tropas de ambos, este se niega.
13 mayo 1815:
Napoleón solicita a Davout un informe sobre el estado
de los caminos franceses.
20 mayo 1815:
Murat huye de
Nápoles.
El ejército austriaco del mariscal
Bianchi avanza hacia el sur de Italia prácticamente sin encontrar
oposición. Los soldados napolitanos desertan en masa, de tal forma que
para cuando el rey Murat retorna a Nápoles el 18 de mayo apenas cuenta
ya con leales.
Los generales napolitanos
abandonan la causa de Murat y firman con los representantes de Austria y
el Reino Unido el convenio de Casa Lanza, que acepta la resolución del
Congreso de Viena deslegitimando al actual soberano, a quien sólo
Francia reconoce.
Murat fue nombrado rey por
Napoleón el 15 de julio de 1808, como recompensa por haber atraído a la
familia real española a Bayona, provocando un vacío de poder en España,
aprovechado por Bonaparte para instaurar una Constitución y
posteriormente entronizar a su hermano José; en realidad este era el
cargo ambicionado por el mariscal francés, que ocupa en compensación el
trono napolitano desde el 1 de agosto de ese año.
Derrotado militarmente y con
escasos partidarios, Murat sabe que debe renunciar a su efímero reinado
y huir a Francia, alcanzando Cannes el 25 de mayo.
Los austriacos entran en Nápoles
poco después. El anterior monarca derrocado por Napoleón, Fernando IV de
Borbón, es restituido al mes siguiente; sin embargo el "Murattismo",
como se conoce entre los napolitanos al proyecto de reunificación de
Italia y su independencia de Austria, no desparecerá, si no que irá
ganando adeptos con el tiempo.
Aquí finaliza esta cronología.
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